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Segundo discurso de Job

Respuesta de Job:

«¡Quién pesara en balanza mi tristeza y mis congojas! Porque son más pesadas que la arena de mil playas. De ahí nació mi hablar impertinente. Porque el Señor me ha derribado con sus flechas: en lo profundo de mi corazón ha clavado sus dardos venenosos. Todos los terrores de Dios militan contra mí. 5-7 Si el burro montés rebuzna, es que el pasto se le ha agotado; no mugen los bueyes cuando tienen alimento; el hombre se queja cuando su comida está sin sal. Y ¡qué insípida es la clara del huevo cruda! Pierdo el apetito con sólo mirarla; siento náuseas con sólo pensar en comerla.

8-9 »¡Ay, que Dios me diera lo que más deseo: morir bajo su mano, y no sentir más su puño que me aprieta! 10 Esto, al menos, me consuela a pesar de todo mi dolor; que no he negado las palabras del santo Dios.

11 »¡Ay! ¿Por qué me sustenta mi vigor? ¿Cómo tener paciencia hasta morir? 12 ¿Soy acaso insensible como piedra? ¿Tengo la carne hecha de bronce? 13 Porque estoy del todo impotente, sin sombra de esperanza.

14 »Uno debe tener piedad con el amigo desfalleciente, pero tú me has acusado sin el mínimo temor a Dios. 15-18 Hermano mío, resultaste tan vano como un arroyuelo, que hincha su corriente cuando hay nieve o hielo, pero en tiempo de calor se desvanece. Se desvían las caravanas buscando en él refrigerio, pero no hallan qué beber, y perecen. 19-21 Cuando las caravanas de Tema y de Sabá se detienen allí en busca de agua, ven fallidas sus esperanzas. Así han fallado mis esperanzas en ti; tú te apartas de mí aterrado y me niegas tu ayuda. 22 ¿Y por qué? ¿Alguna vez te pedí un mínimo favor? ¿Te he solicitado algún regalo? 23 ¿Alguna vez te pedí ayuda?

24 »Una respuesta razonable es todo lo que pido; después, guardaré silencio. Dime, ¿cuál ha sido mi maldad? 25-26 Cosa admirable es decir la verdad, pero tus críticas no se fundan en los hechos. ¿Vas a condenarme tan sólo porque impulsivamente clamé desesperado? 27 Eso sería como perjudicar a un huérfano indefenso, o traicionar a un amigo.

28 »¡Mírame! ¿Habría yo de mentirte cara a cara? 29 No me presumas culpable, pues soy un hombre recto. No seas tan injusto. 30 ¿No conozco acaso la diferencia entre el bien y el mal? De haber pecado, ¿no lo reconocería?

Job reprocha la actitud de sus amigos

Respondió entonces Job, y dijo:

¡Oh, que pesasen justamente mi queja y mi tormento,

Y se alzasen igualmente en balanza!

Porque pesarían ahora más que la arena del mar;

Por eso mis palabras han sido precipitadas.

Porque las saetas del Todopoderoso están en mí,

Cuyo veneno bebe mi espíritu;

Y terrores de Dios me combaten.

¿Acaso gime el asno montés junto a la hierba?

¿Muge el buey junto a su pasto?

¿Se comerá lo desabrido sin sal?

¿Habrá gusto en la clara del huevo?

Las cosas que mi alma no quería tocar,

Son ahora mi alimento.

¡Quién me diera que viniese mi petición,

Y que me otorgase Dios lo que anhelo,

Y que agradara a Dios quebrantarme;

Que soltara su mano, y acabara conmigo!

10 Sería aún mi consuelo,

Si me asaltase con dolor sin dar más tregua,

Que yo no he escondido las palabras del Santo.

11 ¿Cuál es mi fuerza para esperar aún?

¿Y cuál mi fin para que tenga aún paciencia?

12 ¿Es mi fuerza la de las piedras,

O es mi carne de bronce?

13 ¿No es así que ni aun a mí mismo me puedo valer,

Y que todo auxilio me ha faltado?

14 El atribulado es consolado por su compañero;

Aun aquel que abandona el temor del Omnipotente.

15 Pero mis hermanos me traicionaron como un torrente;

Pasan como corrientes impetuosas

16 Que están escondidas por la helada,

Y encubiertas por la nieve;

17 Que al tiempo del calor son deshechas,

Y al calentarse, desaparecen de su lugar;

18 Se apartan de la senda de su rumbo,

Van menguando, y se pierden.

19 Miraron los caminantes de Temán,

Los caminantes de Sabá esperaron en ellas;

20 Pero fueron avergonzados por su esperanza;

Porque vinieron hasta ellas, y se hallaron confusos.

21 Ahora ciertamente como ellas sois vosotros;

Pues habéis visto el tormento, y teméis.

22 ¿Os he dicho yo: Traedme,

Y pagad por mí de vuestra hacienda;

23 Libradme de la mano del opresor,

Y redimidme del poder de los violentos?

24 Enseñadme, y yo callaré;

Hacedme entender en qué he errado.

25 ¡Cuán eficaces son las palabras rectas!

Pero ¿qué reprende la censura vuestra?

26 ¿Pensáis censurar palabras,

Y los discursos de un desesperado, que son como el viento?

27 También os arrojáis sobre el huérfano,

Y caváis un hoyo para vuestro amigo.

28 Ahora, pues, si queréis, miradme,

Y ved si digo mentira delante de vosotros.

29 Volved ahora, y no haya iniquidad;

Volved aún a considerar mi justicia en esto.

30 ¿Hay iniquidad en mi lengua?

¿Acaso no puede mi paladar discernir las cosas inicuas?