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La destrucción de Nínive

¡Nínive, estás acabada! ¡Ya estás sitiada por los ejércitos enemigos! ¡Haz sonar las alarmas! ¡Refuerza con guerreros tus murallas! ¡Pasa revista a tus defensas, a todas tus fuerzas, y monta una buena vigilancia porque comienza el ataque del enemigo! Aunque ahora la tierra del pueblo de Dios está vacía y quebrantada debido a tus ataques, el Señor le restaurará su honra y su poder.

¡Los escudos de los atacantes rojean con la sangre de tus soldados muertos! ¡El ataque comienza! ¡Miren sus uniformes rojos de tanta sangre que han hecho correr! ¡Vean sus carros de guerra relucientes que avanzan veloces! Sus carros de guerra corren por todas las calles y plazas de tu ciudad provocando gran alboroto y causando pavor a tus ciudadanos. Parece que fueran antorchas de fuego. ¡Parecen relámpagos veloces!

Caída y saqueo de Nínive

El rey de Nínive llama a sus oficiales y ellos se atropellan entre sí al correr hacia las murallas para fortalecer sus defensas. Pero, ¡es demasiado tarde! ¡Las tropas enemigas han penetrado en la ciudad como si fueran un río impetuoso que todo lo arrasa a su paso! ¡El enemigo conquista la ciudad! ¡En el palacio el pánico ha hecho presa de todo mundo!

La reina de Nínive es capturada, y luego es conducida cautiva con todas sus damas que lloran tras ella; gimotean como si fueran palomas asustadas y se golpean el pecho. Nínive es como un viejo estanque roto que no puede retener el agua. Sus soldados huyen y la dejan abandonada. Ella no los puede retener. «¡Deténganse, esperen!», les grita, pero ellos siguen huyendo a toda prisa.

¡Se les roba la plata! ¡Se les roba el oro! Sus tesoros son inmensos, sus riquezas y sus joyas son incontables, pero les están saqueando todo. 10 En poco tiempo la ciudad ha quedado como un matadero vacío. Los corazones laten acelerados de terror; tiemblan las rodillas; la gente se estremece de dolor y todos palidecen de espanto.

La bestia salvaje morirá

11 ¿Dónde está ahora la gran Nínive, que era como un poderoso y temible león entre las naciones, que despedazaba a sus enemigos? ¿Qué fue de ese león que se metía en su guarida con su leona y sus cachorros, y nadie se atrevía a molestarlos?

12 Nínive, como si fueras un león vigoroso aplastabas a tus enemigos y saqueabas sus riquezas para dárselas a tus habitantes, y llenabas sus hogares con esclavos y bienes obtenidos por la violencia y el robo.

13 Pero ahora el Señor Todopoderoso te dice: «Nínive, yo estoy en tu contra. Quemaré tus carros de guerra y haré que tus valientes soldados mueran en la batalla. No permitiré que sigas robando, ni que tus mensajeros vuelvan a llevar amenazas a las naciones».

Subió destruidor contra ti; guarda la fortaleza, vigila el camino, cíñete los lomos, refuerza mucho tu poder. Porque Jehová restaurará la gloria de Jacob como la gloria de Israel; porque saqueadores los saquearon, y estropearon sus mugrones.

El escudo de sus valientes estará enrojecido, los varones de su ejército vestidos de grana; el carro como fuego de antorchas; el día que se prepare, temblarán las hayas. Los carros se precipitarán a las plazas, con estruendo rodarán por las calles; su aspecto será como antorchas encendidas, correrán como relámpagos. Se acordará él de sus valientes; se atropellarán en su marcha; se apresurarán a su muro, y la defensa se preparará. Las puertas de los ríos se abrirán, y el palacio será destruido. Y la reina será cautiva; mandarán que suba, y sus criadas la llevarán gimiendo como palomas, golpeándose sus pechos. Fue Nínive de tiempo antiguo como estanque de aguas; pero ellos huyen. Dicen: ¡Deteneos, deteneos!; pero ninguno mira. Saquead plata, saquead oro; no hay fin de las riquezas y suntuosidad de toda clase de efectos codiciables.

10 Vacía, agotada y desolada está, y el corazón desfallecido; temblor de rodillas, dolor en las entrañas, rostros demudados. 11 ¿Qué es de la guarida de los leones, y de la majada de los cachorros de los leones, donde se recogía el león y la leona, y los cachorros del león, y no había quien los espantase? 12 El león arrebataba en abundancia para sus cachorros, y ahogaba para sus leonas, y llenaba de presa sus cavernas, y de robo sus guaridas.

Destrucción total de Nínive

13 Heme aquí contra ti, dice Jehová de los ejércitos. Encenderé y reduciré a humo tus carros, y espada devorará tus leoncillos; y cortaré de la tierra tu robo, y nunca más se oirá la voz de tus mensajeros.

La destrucción de Nínive

Nínive, un destructor avanza contra ti.
    Monta guardia en la fortaleza;
    vigila el camino;
    renueva tus fuerzas;
    refuerza tu poder.

Porque el Señor restaura el esplendor de Jacob,
    como el esplendor de Israel,
aunque los destructores lo han arrasado;
    han arruinado sus viñas.

Rojo es el escudo de sus valientes;
    de escarlata se visten los guerreros.
El metal de sus carros brilla como fuego
    mientras se alistan para la batalla
    y los guerreros agitan sus lanzas.[a]
Por las calles se precipitan los carros,
    irrumpen con violencia por las plazas.
Su aspecto es como antorchas de fuego,
    como relámpagos zigzagueantes.

Caída y saqueo de Nínive

Nínive convoca a sus tropas escogidas,
    que en su carrera se atropellan.
Corren a la muralla
    para preparar la protección,
pero se abren las compuertas de los ríos
    y el palacio se derrumba.
Está decidido:
    la ciudad[b] está desnuda y es llevada al exilio.
Gimen sus criadas como palomas
    y se golpean el pecho.

Nínive es como un estanque roto
    cuyas aguas se derraman.
«¡Deténganse! ¡Deténganse!», les gritan,
    pero nadie vuelve atrás.
¡Saqueen la plata!
    ¡Saqueen el oro!
El tesoro es inagotable,
    y abundan las riquezas y los objetos preciosos.
10 ¡Destrucción, ruina, devastación!
Desfallecen los corazones,
    tiemblan las rodillas,
se estremecen los cuerpos,
    palidecen los rostros.

La bestia salvaje morirá

11 ¿Qué fue de la guarida de los leones
    y de la cueva donde alimentaban a los leoncillos,
donde el león, la leona y sus cachorros
    se guarecían sin que nadie los perturbara?
12 ¿Qué fue del león,
    que despedazaba para sus crías
    y estrangulaba para sus leonas,
que llenaba de presas su caverna
    y de carne su guarida?

13 «Pero ahora yo vengo contra ti»,
    afirma el Señor de los Ejércitos.
«Convertiré en humo tus carros de guerra
    y mataré a filo de espada a tus leoncillos.
Pondré fin en el país a tus rapiñas
    y no volverá a oírse la voz de tus mensajeros».

Footnotes

  1. 2:3 Según el texto hebreo; la LXX y la Siríaca dicen batalla y se inquietan los jinetes.
  2. 2:7 ciudad. Alt. reina.